Orígenes

El origen de la dieta mediterránea es tan antiguo, como la agricultura misma, ya que nace en el Neolítico, cuando el hombre aprendió a cultivar plantas como los cereales, el vino o el acebuche. Los sumerios, junto con otras civilizaciones hace 5.000 años mantuvieron esta dieta, que luego se extendería por el Mediterráneo a través de los fenicios. Pero, fueron los griegos los que le darían la forma que, a grandes rasgos, conserva aún hoy. A ellos se debe la triada clásica de trigo, vino y aceite a la que añadieron el arroz y algunas clases de frutos secos. Durante años, esta ha sido la dieta básica y principal de los países de la cuenca del Mediterráneo, especialmente, Grecia, Italia, Creta, España y Portugal.Científicamente se ha comprobado que la llamada dieta mediterránea, caracterizada por el consumo preferente de aceite de oliva, fruta y pescado es el tipo de alimentación más sana y eficaz contra las enfermedades cardiovascularesLa explicación de por qué este tipo de dieta se da en la zona mediterránea es por el clima y los elementos naturales. Una escasez de ganado vacuno y porcino, junto a la abundancia de productos lácteos son los que permiten que el predominio en la dieta sea de los elementos vegetales, regados con aceite de oliva crudo, completado por el pescado, que equilibraba el aporte proteínico ante la escasez de carne, leche y huevos.

¿Que entendemos por malos hábitos alimentarios?

Los malos hábitos alimentarios son acciones adquiridas a través de nuestra vida que aprendemos de las costumbres familiares

Algunos malos hábitos alimentarios son:


• Consumir menos de 1.5 litros de agua al día.
• No consumir 5 raciones de frutas y verduras al día.
• No incluir en nuestra alimentación pescado 3 veces a la semana.
• Preferir el consumo de alimentos con alto contenido de grasa, como la chicharra y la cochinita.
• Cocinar con manteca.
• Hacer únicamente 2 comidas al día, generalmente brincándonos el desayuno.
• Preferir el consumo de bebidas gaseosas en lugar de refrescos de frutas naturales.
• Tomar en exceso bebidas alcohólicas.
• Consumir galletas con relleno, en lugar de galletas integrales. • No incluir frutas y verduras en los 3 tiempos de comida.
• Preferir el consumo de frituras y galletas con relleno entre comidas en lugar de frutas y verduras.
• Consumir en su mayoría alimentos fritos. • Comer hasta sentirse incómodamente lleno. • Acostarse después de comer, entre otros

lunes, 5 de mayo de 2008

Los malos hábitos de alimentación

Si bien los genes determinan gran parte de los procesos que ocurren en nuestro organismo, hoy en día sabemos que el componente genético es sólo más que un favorecedor de la acción de los factores ambientales que llevan al sobrepeso y a la obesidad. Ningún individuo debe conformarse con decir que porque en su familia hay muchos gordos, él también invariablemente lo será por herencia.
Más allá de la carga genética que reciben muchas personas obesas de sus padres, el factor más importante en las familias de obesos es la transmisión de inadecuados hábitos alimentarios. En las últimas décadas se ha visto que el número de personas con sobrepeso y obesidad crece en grandes proporciones en todo el mundo y esto es producto de diversos factores. Por una parte, el crecimiento económico para muchos países se ha visto acompañado de un gran desarrollo de su industria alimentaria y la globalización de los mercados, lo cual ha incidido, no sólo en la cantidad de alimentos disponibles, sino en su calidad, ya que muchos renglones se caracterizan por su gran contenido de grasas y azúcares. A esto se une la creciente preferencia por las comidas rápidas, las cuales representa una alternativa práctica, aunque no muy saludable, a la falta de tiempo para la preparación de las comidas en las casas.
Por otra parte, las características de la vida moderna han hecho que la gente disminuya significativamente sus niveles de actividad física. Se ha incrementado el acceso a medios de transporte por buena parte de la población mundial y también existe la tecnificación de muchas de las actividades domésticas. Además las sociedades han evolucionado de ser sociedades donde la mayor parte de su población hacía actividades que requerían esfuerzo físico a ser sociedades donde se depende del trabajo mecanizado o intelectual.

Los hábitos alimentarios dependen en gran parte de los patrones culturales y de las tradiciones que la familia transmita a su descendencia.
Desde el nacimiento de los hijos se da inicio a un proceso de enseñanza y aprendizaje, involuntario e inconsciente, centrado en la alimentación familiar. Así, la mesa familiar y el acto de comer se convierten en el centro de una sucesión de ejemplos que los padres y otros adultos le dan a los niños, llevándolos a definir sus preferencias y rechazos, su favoritismo ante determinadas formas de preparar los alimentos y, muy especialmente, a conocer el tamaño adecuado de las raciones.
Además, en muchas familias se establece una relación muy estrecha entre el afecto y el cariño de los padres, especialmente de las madres, y la forma de servir la mesa como expresión de ese cariño. Muchas personas llegan a relacionar tanto el afecto con la comida que cuando sienten alguna emoción fuerte (rabia, miedo, tristeza) comen sin control, e incluso algunas llegan a hacer de esto un hábito y comen cuando se sienten solas, frustradas o están frente a alguna situación que les genera ansiedad, como el nacimiento de un nuevo hijo, un cambio de trabajo o la mudanza a otra ciudad.
En muchas de las sociedades modernas, la comida es la mejor manera de cerrar un negocio o celebrar un evento especial. Son esos aprendizajes sociales los que recoge el individuo y que a medida que pasa el tiempo lo llevan a desarrollar, junto a sus costumbres, su obesidad.
Tan importante como los hábitos alimentarios, es el hábito que debemos formarnos desde la infancia de mantenernos activos o practicar algún tipo de deporte o ejercicio. Las personas que practican algún ejercicio de manera disciplinada a lo largo de toda su vida se mantienen más saludables y en mejor control de su peso y su figura corporal que aquellos que no lo hacen.